Las Ventas -07/10/2022- Toros de El Pilar para Diego Urdiales, Juan Ortega y Pablo Aguado



Sin televisión de por medio y con los medios taurinos contando sus verdades, no hemos querido faltar a nuestra cita con el ciclo otoñal y a nuestro compromiso con la plaza y el aficionado que quedará fuera dada la injustificada subida de precios impuesta por la empresa para este nuevo periodo al que veremos como responde el público.

La Previa

Tres de las mayores decepciones del pasado San Isidro vuelven a Madrid para medirse a la ganadería que lidiase la corrida más completa del serial isidril. Para muchos premio inmerecido que otros afrontan como una clara declaración de intenciones. Urdiales, Ortega y Aguado vienen a dejar claro su concepto aceptando acudir a Madrid y medirse frente a frente con la lupa de una afición que les espera pero que no está dispuesta a dejarles seguir pasando oportunidades.

Así fue la tarde

El resumen de la tarde podría ser, a la perfección, una antítesis de todo aquello que viviésemos hace unos meses en la Feria de San Isidro. Quien estuvo entonces ahora solo dejó destellos y quien anduvo desaparecido parece estar en el camino de reencontrarse. Y no, tampoco es que los toreros sobresaliesen ante un pobre y con dos toros extremadamente mal presentados, encierro de El Pilar, pero si algo debemos destacar son dos recibos capoteros a la verónica de Juan Ortega y Pablo Aguado, al segundo y tercero de la tarde respectivamente, y un comienzo por bajo al quinto, donde la corrida llegó a sus máximos. Más allá de eso, intención y poco fondo.

Dado por perdido el tercio de varas y sin banderilleros que no solo se limiten a cumplir con su trabajo, la lidia solo entendió de de muleta y capote. En la primera de las telas cumplió la primera parte de la corrida, viniéndose abajo cinco de los seis a medida que se sucedía la faena. La excepción la puso el tercero de la tarde, un toro al que su condición le permitió seguir embistiendo y con el que Pablo Aguado no terminó de conectar con la afición madrileña más allá de alguna tanda por el pitón derecho.

Sin toro no hubo fiesta y lo poco que por tanto podemos destacar de la labor de los tres matadores se limita a los momentos anteriormente nombrados. Madrid redujo a cenizas, con firme criterio, una buena faena al impresentable quinto al grito de "toro - toro", mientras moribundo fue apagándose. Ni de a uno hizo faena Ortega.

Más allá de esto, no hubo lugar a reprimenda alguna sino algún momento en que en especial Urdiales quedaba descolocado y pasó de faena al cuarto.

La tarde de expectación quedó una vez más en tarde de decepción y sólo Juan Ortega dio una vuelta con su quinto tras petición de oreja de los menos venteños.

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