Las Ventas -21/05/2022- Toros de diferentes ganaderías para Paco Ureña en solitario


La Previa

¡Advertencia, al habla uno de Ureña!

Aquí la apuesta del triunfador del ciclo isidril en 2019. Del maltratado en 2020 y 2021. Aquí la apuesta de la verdad.

Se le hace complicado al aficionado entender el por qué de esta situación que vive Paco Ureña en los despachos, alejado de grandes casas, grandes ferias y carteles importantes, cuando antes de la pandemia había cumplido con aquello que soñaba: mostrar su candidatura a figura del toreo abriendo la puerta grande de Madrid.

Sin miramientos por todo ello, el murciano ha decidido jugárselo todo a una carta en su plaza y dará muerte en solitario a seis toros. En una apuesta descafeinada si lo comparamos con aquello que propusiese Emilio de Justo hace un mes, disfrutará el aficionado de 4 de lo "menos picante" de Domecq, uno de Albaserrada de manos de Adolfo Martín y otro de Atanasio, de El Puerto de San Lorenzo, que si embisten, nos harán dejar aparte las comparaciones, así funcionamos.

Vamos a conocerlas más a fondo.

Así fue la tarde

No resulta complicado de entender que el día en que Madrid tocó fondo, caía también el último de los toreros que había encumbrado. Algo más difícil es explicar que el momento en que la plaza más importante del mundo vivió una situación sin precedentes, fue cuando su torero rozó el cielo de Madrid.

El pobre planteamiento que había puesto Paco Ureña sobre la mesa de Plaza 1 llegó inservible a la mesa del aficionado. Ni expectación, ni convicción en los aledaños de un Madrid que parecía aguardar el momento en que su torero decidiese tomarse un tiempo -eso es lo que se hace cuando uno se lo juega todo a una carta y pierde-.

Sin presentaciones previas de los toros a lidiar, la primera sorpresa de la tarde llegó con el baile de corrales, quedándose en el campo los de El Puerto de San Lorenzo y Luis Algarra y sustituyéndoles dos de La Ventana del Puerto y Victoriano del Río respectivamente -dejando en la finca un Atanasio y enchiquerando otro Domecq, 5 en total-.

Ya en ruedo quedó patente el por qué de la "no presentación" de los mismos, lidiándose un Juan Pedro y un Victoriano totalmente indecentes y un José Vázquez armónico y cuajado pero que no cumplía con lo que demanda Madrid. Cumplieron en su condición de toros modernos, pues no hubo rastro de los primeros tercios, los de Domingo Hernández y José Vázquez; y sirvió con creces, a pesar de su falta de fuerzas, el sobrero de Mayalde al que cortaría el Murciano la única oreja de la tarde.

Por no aburrir, desesperar o engañar contando algo que no sucedió, seré breve.

Se arrastraron segundo y cuarto con más orejas de las que debieran. Ambos permitieron, pero un Ureña atacado y muy encima de ellos no pareció darles lo que demandaban.

Con el de Domingo Hernández dejó el quite de la tarde, interpretando a la perfección un ramillete de chicuelinas. El comienzo con la muleta fue esperanzador: dos por alto, tres olvidándose de todo y la plaza levantándose del cemento. A partir de entonces se estiró y cuidó un chicle que no tenía más de veinticinco bocados de verdad, pero al que se le quiso dar cuarenta. Sin distancia, a media altura y viendo como pasaba el tiempo se esfumó la primera opción.
El de José Vázquez, de condición similar y al que se le hicieron las cosas de igual forma, mansurreó hasta la franela, pero allí demandó, además de distancia, colocación. Toques y más toques a un toro que no iba a arrancarse hasta estar colocado enfriaron una faena que bien podía haber sido otra cosa.

La posibilidad de triunfo se había esfumado y con ella, otros tres toros siguieron el camino de las mulillas.

El abreplaza de La Ventana paso sin pena ni gloria. Entre la invalidez y la falta de fuerzas fue imposible hacerle faena.
Al de Adolfo, un toro interesante de los que aprietan y exigen, se le maltrató en varas, pues ya había dado señales en el capote de ser un auténtico "pájaro". En la muleta confirmó sus intenciones, pues a pesar de que derecho pasaba con exigencia, por el izquierdo solo pensaba en hacer presa. Eché de menos que volviese el murciano a la diestra después de mostrarlo por ambos lados, pero a fin de cuentas había poco que sacar.
Cerró plaza el de Victoriano, al que si se sigue bajando el listón del toro de Madrid, se le espera con nada más y nada menos que siete corridas de toros y cuatro o cinco ejemplares para encerronas, ¡Hay toros en el campo!. Por desgracia esta vez no funcionó y a pesar de reseñarlo para el sexto lugar y jugarse el todo por el todo, Ureña no pudo más que perseguir su condición de manso para tratar de remendar lo que ya estaba a punto de terminar -había tenido otros cinco-.

El delirio y Ureña, aparecieron en el quinto.

En el toreo imperfecto del murciano caben momentos que bien podrían rozar esa perfección tan suya. Un toreo con marca propia que abusa de abrir las piernas en exceso, de buscar el tendido, de romperse para que Madrid sienta que hay un torero entregado a sus encantos. Y eso sucedió con el sobrero de Mayalde. Con la tormenta amenazando en los primeros tercios trató de recibirlo con el capote, no logrando llegar a cuajarlo. Sin caballo ni banderillas, ya en la muleta y cuando las primeras gotas comenzaban a levantar un ligero murmullo, se fue al 7 para decir que este si era su toro.

Pasaron las primeras tandas, arreció la lluvia y cuando la gente desfilaba entre voces camino de las galerías para no mojarse se templó el toro y apareció el Ureña de la entrega, la épica y la disposición. Apareció el Ureña de Madrid y tras cuatro tandas por el derecho de un toro de poco fondo, pero al que templó y entendió a las mil maravillas, llegó el delirio.
Dejó una estocada entera -la única que dio sentido a la suerte suprema tras el bochorno de las otras cinco- (quien se lo habría dicho al Ureña que mataba bien sus malas faenas y pinchaba sus idilios madrileños) y cuando un aficionado lanzó el sombrero en señal de admiración, los borrachos madrileños dieron rienda suelta a la locura y desataron una lluvia de almohadillas que todavía hoy nadie entiende. Al menos los gritos de "Torero, Torero" que sucedieron dicho acto confirmaron que Ureña se había reencontrado con su Madrid y que dicho acto no fue en señal de protesta como significa en el argot taurino lanzar almohadillas (por si alguien que comienza tiene a bien leer esto y sirve de aprendizaje).

Madrid había tocado fondo mientras se reencontraba con su torero.

Como apunte dejaré que una encerrona no puede sucederse sin dar importancia a ninguno de los tercios de la lidia. Ni capote más allá de un quite, ni caballo, ni banderillas. Y que no puede jugarse todo a dos cartas. ¿Qué hubiese sido de la tarde si Ureña hubiese sido Ureña mucho antes del quinto?

Momento para pensar. Momento de dale vueltas a si quizá es momento de volver a empezar. Momento de ver si realmente merece la pena volver a empezar. Momento de volver a aquello que un día te encumbró. Pero sobre todo, momento para no bajarse del barco de Ureña. El tiempo dirá.

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