El Espinar 13/08/21 - Toros de Hnos. García Jiménez para El Juli, Manzanares y Román
La previa
El pasado año, la situación sanitaria y las negativas madrileñas a la fiesta de los toros me llevaron a El Espinar. Allí, donde pude "disfrutar" de una corrida de Zalduendo y las actuación de un irreconocible Ureña y un mediocre Toñete, me prometí no volver.
Pero aquí estamos y es que Román se merece una visita, así pues brindaré una nueva oportunidad (aunque sin muchas esperanzas) a El Espinar, a Hnos. García Jiménez, a El Juli, a Manzanares y a esa fiesta que tanto dista de aquella que considero mi fiesta.
"Eran las 12 de la mañana y acababan de desembarcar otros dos toros de García Jiménez, el enchiqueramiento ha terminado sobre la una y veinte, vamos, sin prisas"
Todo un ejemplo, sin duda. Veremos.
Así fue la tarde
Y pobre del aficionado que no sea capaz de cambiar el chip.
Vaya por delante que no debe significar esto, en ningún caso, aceptar vejaciones hacia el protagonista de la fiesta ni por supuesto atentar contra su integridad. Pero de cuando en vez, deberíamos mirar más allá del torismo extremista, porque hay mucha vida y mucho público en tardes como las de El Espinar, donde por desgracia volvió a suceder aquello que no debemos aceptar.
Había rozado en 50% de aforo permitido el cartel que componían dos figuras del toreo, y un joven que sigue emergiendo (seguramente por abaratar costes y no por abrir paso al futuro de la fiesta, lo que es una verdadera lástima). Ambos tres, aceptaron la visita del barbero y la corrida de Peña de Francia, de nulo trapío y evidente manipulación fue aceptada con indiferencia por los asistentes.
En su conjunto se lidió una corrida chica y cómoda de más que notable juego para la terna. Destacó la entrega en varas del sexto en una corrida en que dicho tercio volvió a ser un mero trámite para ganadero, toros y toreros. Con excesiva protesta embistieron algunos al capote, en especial el segundo, pero terminaron todos sirviendo en la muleta. Sin acusar falta de fuerza, fondo, nobleza y calidad fueron innegables. Al quinto se le concedió la vuelta al ruedo ante el asombro de los asistentes, que no habían pedido premio para el toro. No terminé de entenderlo, pues sin ser un premio merecido, si la vara de medir hubiese sido la misma que para los toreros, más de un astado habría merecido dicho reconocimiento.
A Julián no vamos a descubrirlo ahora y menos cuando antes de salir el primero, alguno de sus fervientes seguidores le había pedido, por favor, que se anunciase en su pueblo. Defendió a ultranza, con sus peculiares formas e innegable mando, su condición de figura del toreo y en dos faenas que fueron de menos a más, tomando ambas dimensiones importantes en los terrenos del toro, antes de entrar a matar con su más que cuestionable técnica, cortó tres orejas.
Manzanares por su parte hace trampa. Y no porque practique el "destoreo", que a veces también, sino porque tiene una maquina de cortar orejas, en los pueblos, en su mano derecha. Pasaportó a sus dos toros de dos estoconazos y eso a la gente, le gusta. Toreo de forma excelente la primera tanda de sus dos toros. Al primero con un gusto exquisito con la mano derecha, desmayándose y gustándose. Al segundo con un par de cambios de mano exquisitos. Las faenas se tornaron en algo "aprobable" y la tizona sirvió para cortar las orejas, hasta 4.
Por último Román demostró por qué no es figura del toreo. Gustó, se dejó ver, llegó al público, demostró las ganas de quien quiere convencer echándose el capote a la espalda y comenzando de rodillas en el sexto pero... ¡ay amigo!, el público no había ido a verle a el, y aquello que no se va predispuesto a aplaudir, cuesta mucho terminar aplaudiéndose y más si el toro que sale por chiqueros no da importancia a ponerse en el sitio, a buscar muletazos puros y no faenas ligadas... ese toreo que cuesta tanto entender en tardes como la de El Espinar. A pesar de ello, oreja y dos orejas demostraron que algo tiene Román por decir en tardes como estas.
A quienes esperaban otra cosa, siento mucho que esto no se haya convertido en una defensa a ultranza del toreo puro y el TORO TORO. Pero con toros que embisten con alegría, aunque falte ese punto de raza que por supuesto me encanta, la fiesta gusta y el público que asistió vio un espectáculo "digno", muy distinto al del pasado año con Zalduendos rebozándose por el suelo. Y no, no eran orientales de los que le llenan Madrid al querido por todos Simón.
Con desprecio concedió el presidente en alguna ocasión el segundo trofeo a alguna de las faenas (sabedor de que aquello que estaba haciendo no es que estuviese sobrado de rigor). Debió de pensar que la segunda oreja también la concede el público y es que las peticiones no cesaron a lo largo de la tarde porque "su entrada y la cena del presidente ya estaban pagadas". O eso dijeron.
¡Nos vemos en Cenicientos!
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