Moralzarzal -19/03/23- José Enrique de Valdefresno y Mollalta para Filiberto, Juan de Castilla y Rafael Serna
El mundo del toro hace ya años que cambió. Suena en los corrillos, a menudo, aquello de “antes los chavales se hacían toreros para dejar de pasar hambre y ahora solo puede ser torero el que chaval que no conoce el hambre”. Y es que hoy día la tauromaquia no solo no entiende de méritos, sino que hace caso omiso a aquellos que en algún momento de su carrera derriban alguna puerta, en beneficio de aquellos que disponen de otras cualidade$.
Para todos aquellos que no han tenido el privilegio de que se les acartelarse, una vez habían demostrado su valía, y algún otro más, ha dado forma la Fundación Toro de Lidia, en colaboración con el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid y bajo la atenta mirada de Telemadrid, a la Copa Chenel.
La previa
Y al cuarto día, llegó la cagada.
Y perdonadme que comience esta tercera previa con una expresión tan poco torera, pero a las cosas por su nombre. Y es que si Carmelo acostumbra a ceder una banderilla a sus invitados, para dar un palo a la Fundación, el de hoy, bien debiera darse con un rejón de muerte. Los responsables (quienes quieran que sean) de reseñar los tres toros de Aurelio Hernando, ganadería titular para la jornada a celebrarse en Moralzarzal, eligieron tres reses cuya edad no llegaba todavía a los 4 años. Dicho error ha traído a Toros de Mollalta al cartel. Un error tan difícil de entender como de justificar.
Y es que si un mero aficionado se preocupa de conocer y dar visibilidad a las vacas que van a lidiarse en un tentadero público en su municipio, igual no es tan disparatado exigir a una empresa que oferta un producto, que lo conozca. Pues a fin de cuentas son ellos, y no otros, quienes lo venden.
Queda por tanto la tarde en el municipio madrileño en un desafío J.E. de Valdefresno (Atanasio-Lisardo) y Toros de Mollalta ( J.P. Domecq vía Torrealta) y una terna en la que destaca el sevillano Rafael Serna, quien ya sabe lo que es gozar de alguna oportunidad en plazas de relevancia. Lo acompañan Filiberto, de escaso protagonismo en el escalafón; y Juan de Castilla, quien no ha dejado de dar golpes sobre la mesa al otro lado del charco y ahora busca abrirse camino en España.
Así fue la tarde
Cuando uno dice que el eje principal de la fiesta debe ser el toro, lo hace por algo. Y cuando el que escucha no se lo cree, si le interesa, puede ponerse la tarde de hoy.
Excelentemente presentada, la primera parte de la corrida corrió a cargo de la mansedumbre de los de Mollalta. Sin brindar opción alguna desfilaron los tres (cuatro teniendo en cuenta que el tercero fue devuelto por problemas en la vista) toros a los que la disposición de Filiberto, la capacidad de Juan de Catilla y el gusto de Rafael Serna no consiguieron hacer faena.
Cuarto, quinto y sexto, trajeron consigo otra fiesta. De integridad dudosa, que los ganaderos han justificado por el desgaste en el viaje, el "afeitado" hubiese sido tan evidente y desastroso que cuesta creer que así fuese. Sorprendente de cualquier modo, que esto suceda en una casa como la de Jose Enrique de Valdefresno, donde el toro bravo todavía guarda una imagen y donde que un animal salga así al ruedo, debiera ser un insulto.
No obstante, lo que no fue una sorpresa, fue el comportamiento de tres "mansos encastados". De esos que acostumbra a dar este encaste, que buscan toriles para allí plantar cara con entrega, clase y repetición. Y que cuando se sujetan en la muleta, dejan tardes notables, siempre y cuando sea correspondidos.
Así lo hizo y entendió Filiberto, que en toriles cuajó una interesante, aunque descafeinada, faena, de la que destacó el poderoso y enclasado comienzo. Conocimiento y buen hacer que no se vieron rubricados con la espada.
Quien no dejó escapar el triunfo fue un Juan de Castilla, al que sobran las ganas y demuestra capacidad. Y es que el torear es lo que tiene. Rodado llegaba de su temporada americana y pesar de las muchas veces que dejó a "Cigarro" coger las telas, llegó al tendido lo suficiente para cortar una oreja. La otra corrió a cargo de la mejor estocada de la Copa Chenel 2023. Sencillamente perfecta. Muerte acorde a un gran toro al que no dejó marchar de los medios, por el que apostó en especial por el derecho y el que correspondió con clase y entrega.
Rafael Serna, por su parte, es un claro ejemplo de sevillanía. Exceso de buen gusto que olvida la colocación y verdad. Que aprovecha las buenas embestidas de un toro enclasado y justo de fuerzas al que no exige y que a la hora de enroscarse, vacía hacia afuera, dejando claro que hay algo que no se hace bien. Toda una lastima, pues atesora un gusto innegable, que parece no corresponderse con el valor que demanda ese tipo de toreo. Lo vistoso de su actuación y una buena estocada, algo caída, le valieron para acompañar a hombros al colombiano.
El mayoral de José Enrique de Valdefresno saludo una cálida ovación, impulsado por los toreros más que por el público, tras haber lidiado un notable encierro, con los matices a los que acostumbra el encaste.
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