Las Ventas -18/05/23- Toros de Alcurrucén para Morante de la Puebla, El Juli y Tomás Rufo
Así fue la tarde...
Y al terminar el paseíllo,
Madrid se tiñó de blanco.
Pero esta vez, a pesar de ser una tarde de relumbrón, no fue para pedir orejas, sino para expresar su malestar con diversas pancartas. “Sin toro nada tiene importancia”, “Pagamos mucho, seremos exigentes”, “Llegan las figuras, baja el toro”, “Urge afición y rigor”, “Todos los toros al Batán”, “Por una fiesta íntegra, stop afeitado”, “Abellán y Plaza1 dimisión” y “- discoteca, + afición” fueron las reivindicaciones de los más habituales, que vienen a ser aquellos que se gastan cantidades ingentes de SU dinero en toros.
A todas ellas, quizá, habría que haberle sumado algo así como “SOS, ¡FALTA CASTA!” o “Los inválidos se devuelven”. Y no, no sería cosa de adivinar el futuro, que también, sino mirar al pasado y presente de este San Isidro.
Detectado el problema, la afición volverá a ponerse a disposición del CAT y Plaza 1 para buscar soluciones. Por desgracia, estos volverán a hacer caso omiso. Y es que quizás, pero solo quizás, el aficionado debería, de una vez por todas, tender la mano al público, hacerse entender y dar a conocer todo aquello que hace de Madrid, Madrid.
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En lo que a la tarde se refiere, la presentación de la corrida de Alcurrucén bien podría definirse con esa lona blanca que anunciaba “Llegan las figuras, baja el toro”. Por desgracia, dejó también en buen lugar a aquella que manifestaba “Por una fiesta íntegra, stop afeitado”. Si hablamos del comportamiento: faltó casta. Casta de esa que “los que saben”, denominan buena. De la que cuando la clase y condición del toro apuntan maneras, hacen embestir y terminan por hacer de un apunte, una realidad.
Morante de la Puebla pasaportó a su primero con rapidez. Sin engaños, para algunos; y sin mostrarlo, para muchos. Y es que, sin poder ni ganas de enseñar al toro a embestir en el capote, le brindó una lidia propia de una capea y dos duros puyazos, que a la postre resultarían en aspavientos, dos intentos de muletazos y una “barata justificación” de que “no valía”. Y quizás, no valiese.
Con el cuarto, al fin, llegó lo que Madrid esperaba. El Juli fue el encargado de enseñarnos al toro en un quite por chicuelinas, mientras, a su vez, enrazaba al sevillano. Fue entonces cuando recito tres verónicas y dos medias que pusieron a todos de acuerdo. Ya en la muleta, cuajo una soberbia tanda por derecho, de las que desbordan arte y crujen Madrid. De que cada pase guarda las formas, el sitio y para el tiempo. El toro se vino a menos y con él, la faena. Lo que podía haber sido, no fue.
Por último si hablamos de la lidia, Fernando Sánchez volvió a hacer de las suyas en el sexto.
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